
no le deseo noches de tranquilidad, sino de intensa pasión.
No le deseo una vida fácil, sino una llena de frustraciones que le permitan crecer.
A ella, que canta cuando se enoja, que ríe cuando está triste,
que tiene paso rápido, pero que camina lento en los días de lluvia,
a ella que se cree el centro del universo y me ha convencido de ello.
A ella díganle que deseo poder ser el testigo de sus logros y fracasos, de sus sueños y temores,
que deseo ser yo quien le despierte esa sonrisa de niña y ese encanto de mujer.
Pero no sólo se lo cuenten a ella, díganselo también a Dios - si es que existe -
y díganle que por favor la cuide en los momentos que yo no esté a su lado
y le susurre al oído lo mucho que la amo, ya que yo no he podido hacerlo.
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